— Wow, mi hermana no puede comérselo así! Me voy a venir más rápido… Yo creo que ya esta usted lista para que termine su truco Spanky, señorita. — entonces me tomo de la cabeza con ambas manos y retaco su arma hasta el fondo de mi garganta ahogando mi respuesta. — Up boy, up. — y el perro brinco sobre de mi inmediatamente montándome como si fuera una perra igual que el. Su enorme cuerpo y sus manos quedaron en perfecta posición para cogerme e impedirme defenderme y la verga en mi boca me imposibilitaba responder nada. El perro buscaba la entrada de mi vagina, cuando la encontró, y de dos estocadas ya estaba dentro de mí. No pude verlo, pero sentía lo grande y extremadamente duro que estaba. Bobby aflojo las manos y pude sacarme su verga de la boca.
— Ta da! Spanky puede follar!
— No dejes que me lo meta todo por favor. — por las películas y las historias que he leído, yo sabia que si el perro empujaba mas iba a meterme su nudo y entonces estaría perdida atorada ahí mínimo 10 minutos y la idea me aterrorizaba. — No dejes que me lo meta todo.
Bobby vino detrás de mí y detuvo el empuje de su perro, pero Spanky jamás detuvo su paso, siguió bombeando dentro de mí con una fuerza que ningún humano hubiera podido tener y taladraba mi vagina a una velocidad estremecedora. La escena en si era completamente fuera de la realidad: el vecino de 12 años con verga de adulto había venido hasta mi casa a cogerme con su perro gigante amaestrado. ¿¿Cuantos delitos y pecados acababa de añadir a mi colección? Incesto, estupro, zoofilia, violación. El solo hecho de pensarlo me hacia duplicar la excitación. Todas aquellas palabras oscuras y prohibidas, actos de lo más sucio y perverso eran las que me tenían al borde de perderme en el placer y dejarme hacer cualquier cosa. Estaba viviendo en carne propia una violación animal y podrían acusarme de estupro por tener juegos sexuales con un menor de edad, así que no pude más y exploté en un orgasmo loco y acuoso gracias a una verga de perro de 20 centímetros en el fondo del útero. Abrí los ojos mientras recuperaba el aliento con el perro aun montado en mí. Bobby ya estaba con su verga palpitando y dura frente a mis ojos, lista para atacar lo que se moviera.
— Down boy, down.
El perro bajo de mi y se retiro a un rincón a lamerse su rosado pene. Yo continuaba en cuatro patas jadeando y escurriendo jugos vaginales, tenía los pezones como de piedra y la boca seca. A estas alturas del partido ya no me importaba nada en lo absoluto, así que tome la verga de Bobby y la trabaje con la boca como una verdadera profesional de las mamadas, obteniendo su leche en menos de lo que canta un gallo. Copiosos chisguetes de semen salian disparados a mi rostro.
— También te vienes como adulto, ¿eh? Que bien, me da mucho gusto.
— A nosotros también nos da mucho gusto que se haya venido, aunque Spanky no haya terminado de verdad — dijo señalando al perro que seguía lamiendo su rosado y extraño miembro. Hasta ese momento pude verlo realmente y, aparte de ser muy feo, era tan grande cómo el del niño y el nudo de la base tan grande cómo una naranja. ¿como esperaba meterme algo así de grande? —. Y estamos para servirle, podemos venir con nuestros trucos cuando quiera.
— Eso ya lo veremos. Ahora quiero que guardes esa cosa que tienes ahí — dije señalando su pene aun turgente y con una gota de semen colgando de la punta — y tomes a tu perro gigante y me dejen sola. Ha sido suficiente por hoy.
— Hasta pronto señorita Tisha. Ah! Y le recuerdo que Spanky es incansable y puede hacerlo sin descansar muchas veces… y esto también dura mucho tiempo duro.
Así se despidió mi vecinito Bobby de 12 años y medio aquella mañana. He de confesar que han venido otras dos ocasiones en esta semana y hemos tenido más de sus trucos y de su perro. Gracias a eso, mi vida sexual ha dado un vuelco importantísimo. Ahora, las palabras incesto, estupro, zoofilia y violación, mas todo lo perverso que de ellas emanen, son el principal aderezo de mis fantasías y me c
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